Cuando te rindes a la vida

CUANDO TE RINDES A LA VIDA, APARECE COMO POR ARTE DE MAGIA UNA LUZ QUE TE ACOMPAÑA Y TE GUIA

Hay muchas maneras de vivir el duelo porque no todos son iguales. No es lo mismo un duelo de un padre, de un amigo o de un hijo. Tampoco es lo mismo si la pérdida de este ser querido es a través de una larga enfermedad, donde tú has compartido parte de tu tiempo a acompañarle.

Es posible que hayas estado al lado de esta persona durante semanas, meses o quizás años. Puede ser que durante todo este tiempo tu libertad ha sido limitada por las consecuencias del momento y después del desenlace puede ser que te apetezca hacer cosas diferentes, distintas, como viajar, apuntarte a un curso, hacer senderismo…

Es probable que la casa te caiga encima y que salir se convierta en una necesidad imperante o, al contrario, que no desees hablar con la gente de la calle y busques el silencio y el recogimiento. ¡No hay manual de instrucciones! Todo está bien. En estos momentos tan duros es muy importante escuchar nuestra alma porque cada duelo es diferente.

En mi caso, la pérdida de mi hijo fue a través de una llamada telefónica. En unos segundos mi vida cambio para siempre. Toda la vida que había construido a lo largo de los años junto a él, ya no existía. En aquellos momentos me rompí en mil pedazos. Mi vida hizo un giro de 180º y me encontré cara a cara con la impotencia de que él ya no estaría físicamente nunca más a mi lado.

Estuve largo tiempo en shock. Digerir toda esta información no fue nada fácil, todo lo contrario, hay momentos que pensé que no podría sobrevivir a tanto dolor, que no sería capaz de superarlo, que quedaría atrapada dentro de mi noche oscura, donde la luz brilla por su ausencia. En aquellos momentos viví una vida dentro de otra vida, o también podría decir que me sentía fuera de este mundo.

Durante mucho tiempo tuve que experimentar en mi propio cuerpo todas las emociones que conlleva un duelo: la ira, la rabia, la impotencia, la negación, la tristeza… hasta poderlas aceptar y reconocer que la muerte de mi hijo era real y que yo no podía hacer nada para que él volviera a mi lado.

Durante mucho tiempo estuve escuchando los lamentos de mi alma. Hasta que llegó un día que me rendí, lloré y lloré, imploré al universo, a mis ángeles, a mis guías, a mis dioses, no lo sé… Solo sé que me rendí y pedí ayuda.

No sé el tiempo que pasó, pero la luz vino a mí, me cogió de la mano, y como si de una niña pequeña se tratara, me acompañó y me guió hacia una nueva vida, con nuevas ilusiones y nuevos sueños. Gracias a esta nueva energía hoy estoy aquí acompañando a otras personas en este largo e intenso viaje hacia nuestro interior llamado duelo.

En estos momentos siento gratitud infinita por rendirme, por darme cuenta que la vida siempre pinta con los colores que ella elige. El lienzo siempre lo pinta ella.

En este largo proceso aprendí que yo no tengo el poder de cambiar un hecho por terrible que sea y lo cierto es que hay que experimentar todas las fases que el duelo conlleva, pero sí puedo decir “SÍ A UNA NUEVA VIDA”.

Ahora soy consciente que he despertado a una nueva vida y que mi mundo lo veo con unos nuevos ojos porque he entendido que cuando cambias tu vibración, cambia todo aquello que atraes y poco a poco vas transformando tu realidad.

Gratitud infinita a todo el amor que recibo de la vida.

Gracias vida por todo.

GRACIAS GRACIAS GRACIAS

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